Sinopsis

Esta es sin duda la obra más completa y profunda publicada sobre el mito del combate con el dragón. El autor se centra sobre todo en el significado antropológico y espiritual pero también social y cultural del símbolo.

El dragón ha sido empleado por culturas aparentemente muy dispares pero, como muestra el autor, los significados que adopta son sorprendentemente análogos. Chinos, germanos, hindúes, musulmanes, todos ellos emplean el símbolo del dragón para referirse a lo peor que todos debemos superar en nuestro interior para dar lo mejor de nosotros.

Estas páginas nos ofrecen un cuadro fascinante sobre lo que somos y lo que estamos llamados a ser, sobre los peligros que se ciernen sobre nuestra vida, amenazando nuestra felicidad y libertad.


Extracto de la obra

El episodio de la lucha entre el héroe y el dragón juega un papel capital en los poemas épicos y los libros de caballería, que tanto auge adquirieron durante la Edad Media. En este ámbito, habría que citar en primer lugar el famoso poema de Beowulf, célebre obra épica anglosajona del siglo VIII que lleva el nombre de su protagonista, príncipe de los getas de Jutlandia. En el Beowulf confluyen de manera llamativa y con gran fuerza dramática la herencia germánica y cristiana.

Dos de las principales hazañas de Beowulf se refieren precisamente a la lucha con el dragón: la victoria sobre Grendel y su madre, seres diabólicos que asolaban el país, y la lucha contra el Dragón alado de fuego, en la que el héroe perecerá por confiar demasiado en sus propias fuerzas. Grendel es descrito como un ogro o monstruo infrahumano- mitad bestia, mitad hombre- en cuyos ojos refulge una feroz y siniestra llamarada; un ser de inclinación nocturna, que hace acto de presencia al anochecer y del cual se dice que está emparentado con Caín, el Leviatán bíblico y los gigantes rebeldes contra Dios.

Por lo que se refiere al Dragón de fuego (Fire-Dragon o Fire-Drake), es una terrible criatura que habita junto al mar, en una cueva de la que brota un manantial de agua hirviente y humeante; de sus ollares surgen dos haces de fuego, sus ojos arrojan destellos de llamas y sus escamas resplandecen en la oscuridad de la noche a causa de la masa ígnea que bajo ellas chisporrotea. Durante el día se oculta en su guarida y sólo sale de noche para llevar a cabo sus incursiones de pillaje en el mundo humano, aprovechando la protección que le brindan las tinieblas. Entonces destruye cuanto le sale al paso, incendia casas y bosques, devora personas y animales. El poema relata con las siguientes palabras los hábitos del dragón al iniciar sus correrías destructoras: “Al fin terminó el día para gozo del dragón; no permaneció por más tiempo dentro de su guarida; salió de su cubil, exhalando fuego y envuelto en llamas”. Y unos versos más adelante: “Antes de la luz del amanecer emprendió la retirada hacia el tesoro escondido en su cámara oculta”.

Se trata como ha indicado A.M. Arent en sus comentarios al viejo poema anglosajón, de un ser stónico que pertenece a la misma categoría que Grendel y que se presenta como “el Archienemigo”, el enemigo por excelencia de los hombres y de los dioses. En una de las modernas transcripciones de la leyenda, las devastadoras correrías nocturnas del Fire-Dragon se nos describen con las siguientes palabras: “la luz deslumbradora de sus escamas de fuego asemejaba al brillo de la aurora en el cielo, pero su paso dejaba tras él cada noche, para afrontar el sol naciente, un rastro de desolación negra, carbonizada”.18 Las llamas de su aliento son de tal magnitud, que, cuando Beowulf le ataca protegido por un enorme escudo de hierro, éste se pone al rojo al caer sobre él la densa nube de fuego.

A ambos monstruos se enfrenta Beowulf en feroz combate que tendrá muy diverso desenlace: favorable en el primero; nefasto, en el segundo. Gracias a la ayuda sobrenatural, el heroico caudillo vikingo consigue vencer a Grendel y su vengativa madre, descubriendo en la guarida de los monstruos inmensos tesoros. Sucumbe, sin embargo, en la lucha con el Dragón de fuego, por no contar con la protección celestial y confiar demasiado en sus fuerzas humanas, que le fallan en el momento decisivo. Sus hombres le abandonan, llenos de pavor, dejándole sólo ante el peligro, junto a su fiel Wiglaf. Su espada Naegling se hace pedazos contra la cabeza de la fiera ígnea, la cual, presa de ira por el golpe recibido, clava en el cuello del héroe sajón sus colmillos venenosos. Será Wiglaf quien dé muerte al dragón y quien descubra el tesoro que la fiera guardaba en la caverna marina, tesoro que Wiglaf pone a los pies del héroe agonizante, mientras refresca sus sienes con el agua del manantial próximo a la guarida de la fiera, el cual ha dejado de hervir y humear una vez muerto el dragón.